Con esta, inauguramos una serie de entrevistas que pretendemos se extienda en su variedad de manera indefinida, conjugando y aglutinando diferentes miradas, vivencias y experiencias de colegas y personas vinculadas al diseño.
La idea es simple: un cuestionario breve con preguntas que podrían caberle a cualquiera y que servirán de punto de partida para avanzar hacia la riqueza de cada entrevistado.
Arrancamos con Ronald Shakespear.
Soy… (el entrevistado se presenta como quiere)
Soy un rosarino en exilio porteño pero mis ancestros fueron italianos, ingleses, franceses y algún irlandés. Mi bisabuelo John Talbot Shakespear, llegó a la pampa húmeda en 1874 se quedó en Rosario y se casó con una italiana. Papá y mamá también fueron rosarinos.
Mi apellido me ha costado algunos traspiés y no pocas bromas. Cuando lo llamé a Alfredo Alcón para hacer su retrato —estaba ensayando el Hamlet en el Teatro San Martín— me preguntó “quién habla”. Le dije “Shakespear” y me mandó al carajo. Luego nos hicimos amigos.El afiche del Hamlet fue distinguido en México como uno de los cien mejores del siglo pasado. Está en la colección del Mamba y en museos de México, Canadá y Suiza.
Susana Pirí Lugones, nieta del poeta, me dijo cuando nos conocimos, “más vale un Lugones auténtico que un Shakespear falso”. Ella —una máquina de hacer— editó Caras y Caritas, mi primer libro de retratos de los sesenta publicado por Jorge Álvarez, aquel de la calle Talcahuano.
Rodolfo Walsh nació en la Patagonia con ancestros irlandeses. Yo amo a Irlanda. Nos hicieron el aguante en Malvinas. Él se paseaba por el castellano. Con Rodolfo fuimos amigos y en los sesenta hicimos una vez un viaje inolvidable a Chile, junto a Jorge Álvarez y Rogelio García Lupo. Me emocionó mucho la muerte de su hija Vicky, asesinada por la dictadura de Videla. A veces todavía hablo con él. Nunca pude mostrarle su retrato.
Pirí Lugones me llevó de la mano al despacho de Jorge Luis Borges en 1962, en la antigua Biblioteca Nacional en calle México. Amo y leo su obra completa pero me enamoré de sus cuentos. No le dieron el Nobel pero a quién le importa el Nobel. Borges no lo necesitaba. El mejor premio es que te lean. Su retrato, seguramente mi mejor foto, es distinta que la de Welles y Walsh en algunos aspectos. La del poeta me llevó una tarde entera, es un retrato en donde la luz juega un papel fundamental. En cambio las de Orson y Rodolfo fueron un documento espontáneo. La espontaneidad tiene sus virtudes sobre todo para un arqueólogo de la imagen. Recuerdo algunos detalles de mi encuentro con Borges: hablamos de fotografía y de James Bond. Antes de quedarse ciego, Borges había visto una película de Bond que le había impactado mucho. Me acuerdo que a mí no me había gustado, pero se ve que él había visto algo ahí que uno no podía ver. Cuando la vista se acorta, se comienza a ver.
Dice Juan Mendoza en una nota: «Atahualpa Yupanqui con un reloj pulsera y su gesto existencial y meditabundo, Rubén Barbieri detrás del brillo de su trompeta y la sonrisa del «Mono» Villegas mostrando sus dientes como si fueran las teclas de un piano; acaso son esas fotos la banda sonora de Caras y Caritas, un libro que también puede entenderse como el laborioso sobreviviente de una película que accidentalmente ha llegado hasta nosotros. En los ’60 todavía no eran nada habituales los libros de fotografía, quizá por eso entre las particularidades de la edición también sobresale el hecho de haber sido un pionero en el género gráfico. Ya entonces existían, sí, clásicos ineludibles de la fotografía argentina como el Buenos Aires del inolvidable Horacio Coppola (1936) y el Ballet en la Argentina de Annemarie Heinrich (1962).»
A mí me gusta la foto también cuando es espontánea. Por eso pienso que el fotógrafo es un “ladrón de recuerdos”, pienso incluso que también tiene algo de El cazador oculto de Salinger.
Cuando se hizo Caras y Caritas el título lo puso Pirí Lugones, encargada de ediciones en la editorial Jorge Álvarez. Pirí se daba maña para todo y en esa época, año 1966, en la Argentina se podía hacer cualquier cosa. Ninguna marca se registraba. Había una revista histórica que se había llamado Caras y Caretas y a Pirí le pareció con buen criterio que el libro se podía llamar Caras y Caritas. Cuando en el 2010 quise ir a registrar Caras y Caritas me encontré con que ya estaba registrado. Y entonces, cuando me di cuenta de que no podía usar de nuevo el título de mi libro, me acordé de que yo ya había registrado ese otro título para otra obra que quería publicar, Revisitando los ’60. Los ’60 fueron una década importante de la Argentina. Fue la década del Instituto Di Tella. Yo conocí a mi mujer en el Di Tella. Fue seguramente uno de los movimientos culturales más importantes de la Argentina en mucho tiempo. Los ’60 fueron el tiempo de los Beatles, Onganía, de los Cursillos de la Cristiandad, el Cordobazo, los años de la presidencia de Arturo Frondizi y el encuentro con el Che. Pasaron muchas cosas buenas y malas en esa década. La fotografía tiene algo fantasmagórico porque rescata el pasado y el presente a un mismo tiempo. A propósito de todo esto las caras que aparecen en el libro son absolutamente arbitrarias.
Acaso bien vale citar aquí aquello que alguna vez Rómulo Macció escribió en el prólogo a la primera edición: “Ronald es un gran mentiroso; ninguna de estas caras y caritas existen realmente, son sólo el resultado de su gran imaginación de nuestro afán mitológico, y de usar cerveza como revelador”. ( https://www.facebook.com/PhotosRonaldShakespear )
¿Cuál fue tu primer acercamiento al diseño gráfico?
Yo no creo en el determinismo biológico. Una persona con aptitudes normales puede aprender cualquier cosa que se proponga. Papá, Don Lorenzo Guillermo, me mandó a las Escuelas Municipales Raggio que están al lado de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada). Mi maestro Pablo Pereyra —aquel de las tapas Robin Hood— le dijo que yo no podía dibujar ni una manzana. Mi viejo no le hizo caso. Años más tarde el «Indio» Pereyra me fue a visitar a la muestra en el Museo de Bellas Artes. Fue la primera vez que lo vi derramar lágrimas como un chico.
¿Cómo llegaste al lugar donde estás actualmente?
He sido muy afortunado en la vida. No terminé la secundaria —me aplazaron en geometría— pero tuve cinco maestros ejemplares: Rómulo Macció, (Juan Carlos) Distéfano, Alan Fletcher, Armin Hofmann y Jorge Frascara. Los pobres hicieron lo que pudieron… Todo lo demás se debe a mis carencias y mi falta de rigor. Con Jorge recorrimos medio Canadá dando conferencias como los cómicos de la legua. Alan me puso en contacto con el gran Jock Kinneir, que me dijo «El hombre habla en minúsculas y grita en mayúsculas». Nunca me olvidé de sus palabras. Cuando hicimos la señalización de Buenos Aires con Palito Gonzalez Ruiz —1971-72— fue la primera vez que la bella Helvética se paseó por las calles latinoamericanas y por supuesto en tono coloquial, con minúsculas. Juan Carlos Distéfano, que fue también maestro de Rubén Fontana, me mostró —yo tenía 18 años— cómo se subdivide la página según Josef Müller-Brockmann: tomó una hoja y la plegó en 8 partes y ante mi asombro apareció un plan perfecto. El Maestro nos dice —democraticamente— que todos pueden diseñar, aunque no puedan dibujar una manzana.
¿Cómo es tu día de trabajo habitual?
Me levanto a las cuatro de la mañana, tomo mi café bien cargado, escucho a Mozart y leo hasta las cinco. Mi perro Tarzán sabe que no debe ladrar cuando trabajo. Estoy terminando de escribir mi quinto libro, Nunca pidas permiso, una suerte de bitácora de vida. Confío editarlo en abril. Señal de Diseño —que acaba de ser publicado en Alemania— me demandó mucho tiempo. Está agotada la segunda edición de Paidós. Luego voy al estudio que ahora dirige mi hijo Juan. Juan es el motor del estudio y por suerte sabe para qué sirve el dinero. Yo no lo sé, no ambiciono nada más que escribir.
¿Qué limitaciones encontrás a la hora de diseñar?
Todas las que puedas imaginar. De cualquier manera, las ideas son como un frasco de aceitunas: sacás la primera y las demás salen solas.
¿Qué considerás que debería hacer una asociación profesional de diseñadores gráficos?
¿Qúe te gustaría que hiciera por vos?
Todo lo que está haciendo la UDGBA está perfecto. Sólo falta gestionar concursos de diseño para que los jóvenes tengan mayores oportunidades de trabajo.
Un agradecimiento especial
A Jorge Frascara, Alan Fletcher, Juan Mendoza, Lucas López, Cayetana Mercé, Juan Pfeifer, Claudio Marquez, Gisella Schuster, Nestor Díaz, Rómulo Macció y Juan Carlos Distéfano, por ponerme en el mapa.
A Elena, que nunca, nunca dejó de sonreír.
Crédito de foto de cabecera: Blue Vertigo (Festival Trimarchi 2013).
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Ronald Shakespear.
Ridiculum vitae.
Nació en Rosario en 1941. Fue Profesor Titular de la Cátedra de Diseño FADU-UBA y Presidente de ADG. Funda su estudio hace 52 años. Hoy dirige Diseño Shakespear con su hijo Juan. Lorenzo co-dirigió el estudio durante 25 años. Hace dos años fundó su nuevo bunker.
Fue jurado internacional del Art Directors Club de New York, del Segd Design Awards (Washington DC), del Poster for the Future (Francia), del Premio Citroën y es jurado permanente del concurso Innovar. Obtuvo el Lápiz de Plata al Diseñador del año, el premio Konex, el premio Klaukol-Cayc a la Trayectoria y el Golden Brain.
Ha recibido el premio Fellow Award de la Society of Enviromental Graphic Design que por primera vez se otorga a un latinoamericano. El premio ha sido concedido anteriormente a Massimo Vignelli, Lance Wyman, Robert Venturi, Ivan Chermayeff, Deborah Sussman, entre otros.
En abril 2012 fue declarado Diseñador Distinguido por el Consejo Municipal de Rosario.
Su último libro “Señal de Diseño, Memoria de la Práctica” fue editado por Paidós y reeditado en Alemania. Ha brindado conferencias y workshops en cuarenta y dos ciudades del mundo y su obra ha sido publicada en libros y revistas de todo el mundo.
Las muestras antológicas de Diseño Shakespear han recorrido el Katzen Arts Center de Washington, AIA Branch House de Richmond, el Museo Nacional de Bellas Artes, la Bienal del Cartel de Xalapa, el Centro Cultural Borges y el Museo de Arte Moderno. Sus obras han sido expuestas también en el Centre Georges Pompidou de Paris y en la Triennale Icsid de Milan.
Diseño Shakespear es autor de la señalización del Subte, el bioparque Temaikén, el Tren de la Costa y co-autor de la señalización de los Hospitales Municipales y la señalización urbana de Buenos Aires, entre muchos otros megaproyectos. Ha diseñado 1600 marcas en los últimos cincuenta años. Sus fotografías fueron publicadas por Jorge Álvarez Editor en 1966 en el libro Caras y Caritas y son parte de colecciones privadas y museos. Su retrato más famoso —Borges en la Biblioteca— figura en la exposición permanente de la Fundación Jorge Luis Borges y en la Biblioteca Nacional.
El 2 de agosto de 2013 se le entregó el reconocimiento Maestro del Diseño en la Universidad de Palermo. Lo distinguen como Profesor honorario de la FADU-UBA donde enseñó en los años ochenta. Ronald vive, trabaja y escribe en Buenos Aires. Sus amigos lo llaman Rolan.